lunes, 15 de septiembre de 2008

15 de septiembre

Anotaciones sobre Prosas, de Gola.



Uno de los temas recurrentes en esta prosas es el problema de la lengua poética. A lo largo de todo el texto, Gola insiste con la idea -que extrae preponderantemente de autores norteamericanos y que intenta repensar de manera mecánica al ámbito de la producción en lengua española- de que el poeta debería apelar más bien a la lengua hablada, a la lengua de la comunidad de la que forma parte. Para ello, el poeta santafecino da algunos ejemplos ya clásicos, pero tal vez no demasiado acordes a su tesis: Dante, que lejos de apelar de manera absoluta al habla de los florentinos construye un vulgar ilustre heterogéneo y múltiple que incorpora elementos que otros poetas vulgares (los sicilianos primitivos, Guido Guinizzelli y el dolce stil, Jacopone de Lodi) ya habían experimentado; Hernández, que construye una lengua poética que no es, como lo han demostrado con creces los estudios filológicos y lingüísticos dedicados a ella, un mero reflejo del habla del gaucho, sino una apropiación letrada de esas variedades.
Con razón, leemos en el texto de Gola que la relación del poema con la lengua hablada “no consiste en la inclusión de palabras más o menos comunes, que se incorporan al poema, sino, sobre todo, de la percepción de tonos, de modulaciones, de movimientos que fluyen en la cadencia de la lengua”. De esa afirmación aceptable Gola pasa a sostener que hay una ruptura entre la lengua de los hispanoamericanos y la lengua peninsular, pasando por alto lo que quizá sea el dato más fuerte de la producción poética española del siglo XX: el lugar determinante de los poetas del sur de España, fundamentalmente de los poetas andaluces como Manuel Machado, Alberti, García Lorca, Luis Cernuda o Luis Rosales. Las opciones lingüísticas de estos poetas difieren mucho más de las de los poetas castellanos o navarros o asturianos que, para poner un ejemplo, de las de muchos poetas rioplatenses que hace ya mucho (Hidalgo, el padre Castañeda, Echeverría) decidieron desvincularse de la norma castellana más rancia. A su vez, desde un punto de vista dialectológico, hay una línea tonal que une a un poeta canario con un cubano. Es una línea mucho más sostenida que la que une, por ejemplo, a Virgilio Piñera con Octavio Paz o con Enrique Larreta. En fin: así como la poesía y la filosofía son para Gola espacios separados, así como la poesía sería un objeto sin fin y, por ello, radicalmente autónomo, el poeta santafecino piensa el problema, central, de la lengua poética del poeta americano a partir de grandes cortes irreconciliables, de grandes divisiones oceánicas. No percibe las líneas de fuga, complejas y sutiles, que atraviesan el problema de las variedades lingüísticas en juego.

sábado, 13 de septiembre de 2008

13 de septiembre

El sábado pasado, creo, el suplemento cultural de Clarín o el de Nación, ahora no podría decir cuál, sacó un largo reportaje a George Steiner. Entre una cosa y otra, Steiner afirma muy suelto de cuerpo que el catalán debe ser enseñado porque es una lengua con una tradición cultural impecable (y es cierto, ahí está el Tirant), mientras que no sucede lo mismo, según él, con el gallego. Quizá el discurso de Steiner, dicho a las apuradas y tal vez sin ganas frente a un periodista, funcione para el vasco (que es, con todo, la lengua madre de Ignacio de Loyola, que alguna influencia ha tenido, entiendo, en la cultura de Occidente) pero de ninguna manera se aplica al gallego. Como cualquier estudiante de Letras más o menos aplicado sabe, aun sin ser experto en literatura española medieval, el gallego fue durante el medioevo la lengua de los tovadores, como el provenzal en el Sur de Francia o el siciliano de la corte de Federico II. Muchos de los poemas más hermosos de la literatura de la península ibérica fueron escritos en gallego, y en gallego están escritas las famosas cantigas de Alfonso el Sabio. Algunos de esos poemas fueron reunidos por F. L. Bernárdez en los años 40 en antologías publicadas por Losada, en un momento en que esos libros llegaban a todo el mundo de habla hispana y que, de seguro, estarán en toda nutrida biblioteca de las venerables universidades de EE.UU. que Steiner, de manera por lo visto no demasiado provechosa para su educación, frecuenta. Sin los ejercicios líricos emprendidos en algún momento en gallego, habría que decirle a George, la idea misma de una literatura lusófona sería difícilmente pensable. Pessoa, por ejemplo. Así como Dante no puede pensarse sin la máquina lírica de las cortes meridionales, o Petrarca o Villon sin los provenzales
Es raro, pero gente como Steiner o como Bloom pasan por ser personas muy eruditas y respetables. Es más, se presentan a sí mismos como "pastores del ser" de la tradición de Occidente, como guardianes celosos del canon que pontifican contra todo lo que se oponga a su estrecha idea de cultura.
En algún punto, el traspié de Steiner es sintomático: su cultura general es hegemónica (Barcelona, el diseño, la rica burguesía catalana, la editorial Anagrama) y algo de oídas.
Muy chiquita. Muy norteamericana.

sábado, 14 de junio de 2008

14 de junio (17 de octubre de la abudancia)

Leo en un artículo de Borón publicado hoy en Página 12 que el Che Guevara llevaba siempre consigo los poemas no de grandes poetas cubanos (Lezama, Piñera) o argentinos (Banchs, Marechal), sino de Pablo Neruda (seguramente Alturas) y del tosco León Felipe. Tal vez eso explique el carácter altisonate de sus intervenciones públicas, el recurso a la metáfora fácil y a las comparaciones desorbitadas: en fin, la retórica épica que los hace algo lejano y ligeramente triste.