sábado, 7 de septiembre de 2013

Soberanía idiomática

Respuesta sobre el proyecto "Por una soberanía idomática": Querido G: Me llegó hace unos días el documento. Me parece una iniciativa muy buena, y estoy en general de acuerdo con los fundamentos que se plantean en él. Sin embargo, quiero marcarte sinceramente algo que me hace ruido: creo que se debería haber abierto la discusión en torno al nombre del Instituto a fundar. Personalmente, no acuerdo con asignar a las instituciones nombre de personas. Borges, por otro lado, no me parece el nombre más feliz para la institución. Insisto: creo que hubiera sido bueno abrir al debate también el tema del nombre. Si tuviera que proponer humildemente un nombre, apelaría a lago que involucrara de manera más clara una idea de latinoamericana a partir de las operaciones sobre la lengua y la literatura, y en ese punto el nombre de Rubén Darío me parece altísimamente más significativo que el de de Borges. Incluso, uno podría pensar que el trabajo sobre el lenguaje que propone Rubén es el equivalente al trabajo cervantino en el siglo XVII, pero esta vez desde América hispana. Vallejo, Lugones, el propio Borges, Lezama, todo el neobarroco, vienen de esas operaciones rubendarianas configuradoras. Por otro lado, sería un buen gesto que un Instituto generado en la Argentina no llevara el nombre de un escritor argentino, porteño, etc., etc., etc. Con afecto y sinceridad. Diego Bentiveña

domingo, 30 de octubre de 2011

Muestras y cánones

"Caro Livio:
Ayer fui a la muestra de libros del bicentenario, en el Conti. Si te soy sincero, te tengo que decir que no me gustó mucho, casi nada te diría. Qué sé yo, me pareció como muy previsible, con ediciones feas, no siempre las primeras , y con una selección demasiado condescendiente, digamos para usar una expresión que entre nosostros es muletilla, con lo dado. Para darte una idea, Livio: el lugar dela poesía argentina es, sin exagerar, alarmante. No digamos que estén Marasso poeta -tampoco, obivio, está Marasso crítico- o Nydia Lamarque -ellos no cotizan ni en las antologías-, lo que sería una exquisitez, sino que ni tan luego está, digamos, Ricardo Molinari, ni Mastronardi, ni Barbieri, nada. En fin, cosas del canon actual. Te tengo que decir también que me deprimió un poco la cosa como unitaria de la muestra, tan del Río de la Plata, tan de entre nos, con un montón de cosas de Borges o Martínez Estrada o Victoria Ocampo (autores respetables, pero sobrerepresentados), con alguna apertura hacia el litoral saeriano, que, bueno, en ese marco no se le puede lógicamente dar lugar a un texto importante como, para poner sólo un ejemplo, Mis montañas, de Joaquín V. González, o las recopilaciones de Juan Alfonso Carrizo, monumentos totales de la filología argentina. Hablando de Juan Alfonso, en general te diría que la linea nacionalista sigue estando, a juzgar por la selección, subrepresentada, sin, por ejemplo, textos capitales no sólo por su valor histórico, sino por -vos me vas a entender en esto, querido- la impronta retórica, el ethos aristotélico al que somos, tal vez por defecto profesional, tan afectos: me refiero La guera del Paraguay o a Nos los representantes, de Rosa. Y ni pensar en Las fiestas argentinas de Bruno Jacovella. No está tampoco el Cortazar que nos gusta, Augusto Raúl. De otro, del denso profeta de la clase media argentina, por supuesto hay varios ejemplares en la muestra. Quizá me equivoqué, y alguno de los que te mento esté por ahi, perdido entre los senderos y las "vías" que organizan la exposición, pero el folleto que dan es confuso, ver todos los libros expuestos es tarea densa, las ediciones en general eran, como dije, feas, y vos sabés cómo soy para esas cosas. Soy un pobre archivista que trabajo con esos materailes casi todo el tiempo, y el sábado por ahí me llama más el aire libre.
En fin, esto es lo que quería decirte, solamente esto: me preocupó un poco, te lo juro. Me pareció como muy sesgado, muy previsible, muy acotado todo. Me volví a casa pensando en que, tal vez, sea momento de finirla con los listados, con los cargosos diez libritos por maestrito de la cultura; quizá sea momento de hacer temblar el archivo, ver sus chirridos, hacerlo estallar, incluso, como en las pesadillas más fascinantes del siglo" (fragmento de un diálogo epistolar).

martes, 14 de junio de 2011

Borges. Aniversario

Homenajes a Borges en un aniversario de su muerte. Textos de ocasión, necrológicos y previsibles
Entre las notas, una en La Nación del Sábado. Piensa contrafácticamente: Que hubiera sucedido si Borges no hubiera existido. El ejercicio "a la Umberto Eco" desluce un poco todo el artículo, que demuestra una deriva pregramsciana cada vez más perceptible en su autora: la dificultad para pensar desde un punto de vista material -no importa acá el materialismo teórico, se trata de algo más básico, más constitutiv- el objeto. Este se da en este caso, como canonizado por sí mismo, como algo "bueno" o "alto" de suyo. No ve, y acá estaría lo pregramsciano, el funcionamiento material de la cultura, los mecanismos por los cuales algo, en este caso Borges, cuya obra es desigual y a menudo indigerible, se transforma no sólo en legible,sino en lo que hay-que-leer, aun cuando no necesriamnete se lea. Sigue, además, otra línea muy marcada en sus intervenciones: la de no poder sustraerese de la centralidad borgeana. Cae él, pues entonces que el lugar del ensayo lo ocupe los autores más cercanos de su radio: martínez estrada para el ensayo, Girondo (!) para la poesía, Cortázar para el cuento. ¿Qué sentido tiene borrar, como en un ejercicio matemático, la X de Borges para seguir leyendo la ecuación desde ese lugar borrado? leer esto en serie con las intervenciones "políticas" de la autora. Hay continuidad con la versión pregramsciana acerca del funcionamiento de los medios que sostuvo, por ejemplo, en 678.

sábado, 30 de abril de 2011

sabato

Hoy murió Sabato, un escritor al que seguí bastante en mi adolescencia. en esa época, 16 o 18 años, leía como un loco a tres escritores argentinos -marechal, borges y sabato (no a cortázar, que siempre me pareció afectado y que, más allá de dos o tres cuentos de su primera época, me resulta irritante). Hoy, de ellos, sigo leyendo con interés, más allá de mis obligaciones didácticas o de investigación, a marechal. los otros dos, tanto borges como sábato me parecen, fundamentalmente, más bien pertenecientes al mundo del mercado y de los medios que al de la literatura que a mí, al mens, me convoca.
Se trata, entiendo, de dos escritores medianos, con algunas páginas buenas, aunque arrasados ambos por una crítica que se empeña o bien en magnificarlos (el latiguillo la centralidad inevitable de borges, que Sarlo retoma hoy en perfil)o por destruirlos -scrtroncarli, como diría la crítica italiana. Leídos en perspectiva, se trata de dos escritores discretos, mucho menos potentes, para nombrar a autores en lengua castellana, que César Vallejo, Juan L. Ortiz o Unamuno. Con respecto a las posiciones políticas, ninguno de los llamados "grandes" escrirores llega a rozar la abyección borgeana, que con su tonito de semiidiota legitimó lo peor de la historia argentina de este siglo.
Me pregunto, pues, ¿qué es ser un buen escritor? ¿QUé valor tiene el término "bueno" en un enunciado crítico?

lunes, 27 de diciembre de 2010

Leo un poema de Carlos Mastronardi, "Siembra", incluidio en su primer libro, Tierra amanecida. "después tornan los peones que en amistad derecha / de campo y cielo abierto se unieron a los gringos": son los versos que abren la segunda estrofa.
Siento un profundo rechazo por la gente que usa el término "gringo" en un sentido despectivo, algo que creo que fue inaugurado en nuestro país por cantautores como León Gieco y, sobre todo, Fito Páez, y que, parece, no es más que un uso mimético de un uso extendido en América Central, sobre todo en México. Se abre, con el término, un universo simbólico aborrecible, el de los cultores de un latinoamericanismo a la que te criaste, muy barcelonero, de Bolaño a Dante Spinetta, de Fito Páez a Manu Chao.

sábado, 7 de agosto de 2010

Cambio de nombres

Leo en el diario que se ha aprobado un proyecto para cambiar el nombre de espacios públicos que homanajeen a funcionarios de gobiernos de facto. Me planteo, seriamente, cómo afecto eso a los nombres del campo intelectual. Digo, hay en la ciudad de Buenos Aires espacios que llevan el nombre de escritores, críticos o ensayistos que, de alguna manera u otra, estuvieron relacionados con gobiernos de facto. Jorge Luis Borges, por ejemplo, celebérrimo director de la Biblioteca Nacional ungido por la Libertadora; José Luis Romero, interventor de la UBA de esa misma "revolucion", que nombró profesor en La Plata a Martínez Estrada, cuyo nombre reemplazó recientemente al de Martínez Zuviría en la Biblioteca Nacional; Leopoldo Marechal, funcionario de educación durante la gestión nacionalista iniciada en el 43 (en la que Perón, recordemos, fue ministro y vicepresidente); Enrique Banchs fue, tengo entendido, funcionario en el área de censura cinematográfica en ese mismo período; después del golpe del 55, Victoria Ocampo ocupó también algún cargo púlbico. Algo similar se plantea en el campo de la ciencia: el premio nobel B. Houssay fue el primer director del CONICET, creado por el gobierno de facto en el 55.
En fin, la cuestión es bastante compleja, mucho más que el cambio de un par de nombres más o menos ignotos de algún comandante de brigada o de cualquier brigadier.

lunes, 26 de abril de 2010

La indiscutibilidad del canon

De una entrevista de La Nación de hoy a M. K., multipremiado (dice la volanta) escritor argentino:

"Creo que el canon de clásicos ha hecho bastante justicia con la literatura argentina. Lo mismo si vamos al siglo XX: Borges, Arlt, Cortázar... me parece que es perfectamente adecuado el modo en que la centralidad del canon constituyó a sus figuras. Después, yendo un poco más a los bordes, si Bioy Casares o Sábato pueden estar en ese lugar o no son matices que se pueden discutir. Y de Borges hacia aquí hay muchos, desde luego, pero Juan José Saer es el primero que uno nombraría"

Si la noción de canon en un momento sirvió para replantear los modos en que se había construido eso que llamamos "literatura argentina", en la versión de M. K., que es una muestra lúcida de la versión dominante en la crítica académica, el canon aparece más bien como algo casi definitivamente cerrado (hay están presionando Bioy y Sabato), como algo ya decidido en sus grandes líneas por las generaciones anteriores de críticos y que sólo puede ser reproducido en su centralidad y ampliado prudentemente en sus márgenes.
De hecho, el listado de grandes nombres que hace M. K. es coherente, aunque sea más restringido, con el que trabaja B. Sarlo en su poderosa compilación de textos críticos publicada en 2007 por Siglo XXI. Es la misma línea: la línea Borges, Arlt como contracara, Cortázar como momento altomodernista, y después la canonización de Saer. Es el "relato" de la crítica, para usar un término caro a Cris y, antes, a Nicolás Rosa.
Es lógico, pues, que la literatura, así construida, se haga marginal: resulta comprensible, también, que ese armado no quiera ser discutido por M. K: en él encuentra un lugar importante su propia producción literaria, que Beatriz rescata, junto con las de Pauls o Chejfec, en las apostillas finales de ese mismo libro, tal vez una de las intervenciones más sólidas en el ámbito no sólo de la crítica, sino de la política cultural, de esa década esfumada que es la de los 0 del 2000.
Es notable: son ellos dos, Pauls y Chejfec, los autores de la "generación anterior" que M. K. reconoce como parte de su zona de interés.
Es interesante pensar lo que ese canon transforma en ilegible.